Entrevistas cartoneras: Fabián Aruquipa

La frontera entre la inocencia y la decadencia

La poesía como un espacio incómodo: 
Fabián Aruquipa habla de lo folklórico y lo marginal 



¡Felicidades por ser el ganador del concurso Crispín Portugal! ¿Cómo te sientes al haber recibido este reconocimiento?

Me siento profundamente honrado. Este poemario requirió meses de trabajo y revisión antes de enviarlo al concurso. Recibir este reconocimiento representa no solo una satisfacción personal, sino también una reafirmación del valor de la poesía como un espacio de expresión. Además, valoro enormemente la existencia de plataformas como esta, que permiten la difusión de la poesía y fomentan la creación literaria a nivel local.

Muchos de tus textos buscan evidenciar los contrastes entre la inocencia y la decadencia del mundo adulto. ¿Cómo integras esa dualidad en tu proceso creativo y en la construcción de tus imágenes poéticas?

La dualidad entre inocencia y decadencia es algo presente en el mundo cotidiano. Esas tensiones y contrastes están ahí, en cada individuo, en cada acto, en cada omisión. Mi proceso creativo en estos poemas parte de la contemplación de esas escenas, que luego traduzco al lenguaje poético a través de distintos recursos formales y de estilo. Los poemas que ganaron el concurso, en particular, se inscriben dentro de la tradición de la poesía testimonial, donde lo observado se convierte en la arcilla para el escritor.

La figura del niño que observa y pregunta en medio del caos sugiere una búsqueda de respuestas. ¿Cómo abordas la representación de la vulnerabilidad y la curiosidad en contextos de conflicto?

La curiosidad nace de la vulnerabilidad. Un sujeto formula preguntas porque no entiende o porque percibe una grieta en la realidad que necesita descifrar. En este caso, la pregunta que aparece en el poema no es un artificio literario, sino algo que escuché realmente de un niño en medio de una escena de embriaguez colectiva. Su madre, como en el poema, no le dio una respuesta. La poesía permite capturar esos instantes en los que la fragilidad humana se vuelve evidente, en los que la inocencia choca con lo incurable del mundo adultocentrista.

Las imágenes presentes en “Comer un tamal” evocan rituales y memorias culturales. ¿Qué proceso interno te llevó a elegir esta metáfora para hablar de la transmisión de identidad y tradición?

La comida es identidad. Es memoria, es herencia. Cada comida de cada pueblo también tiene formas específicas de comerse. A través de las particularidades involucradas en la ingesta de un tamal quise representar la transmisión de la tradición, el gesto repetido de generación en generación. Así como la masa cuece y se envuelve, las historias, las costumbres y la identidad de un pueblo también se preservan y se moldean en el tiempo a través de nuestros alimentos.

La transformación del dolor en algo más (como en “Día de los Compadres” y “Repatriación”) sugiere un renacer a partir de la pérdida. ¿Qué papel juega esta transformación en tu proceso de escribir y en el mensaje que deseas transmitir?

Más que una transformación, estos poemas abordan la pérdida y la vulnerabilidad desde distintas perspectivas. En "Día de los Compadres", presento el contraste entre la falta de opciones que enfrentan muchas mujeres en situación de prostitución y la aparente prosperidad que trae un día de celebración nacional, donde la demanda de sus servicios aumenta. En "Repatriación", la comparación es más cruda y, al mismo tiempo, real: una víctima de trata regresa a su país en un ataúd, sin los órganos que le fueron cosechados, excepto por su corazón, un órgano que nadie quiso, ni siquiera aquellos que alguna vez la sedujeron con falsas promesas de amor para tratarla.

¿Cómo te gustaría que los lectores experimenten tu libro? ¿Esperas provocar una emoción específica o que se genere una interpretación abierta?

La apreciación estética es siempre subjetiva. Espero que este trabajo no solo entretenga, sino que también suscite reflexiones sobre el lenguaje y la manera en que estructuramos nuestra realidad a través de la palabra. Más aún, me gustaría que este poemario inspire a otros a contar sus propias historias, a construir su propia poesía, a explorar sus propias formas de hacer ruido o de guardar silencio en el lenguaje.

¿Hay algún autor o autora que haya tenido una influencia significativa en tu escritura?

Sí, tanto escritores bolivianos como foráneos han dejado una marca en mi forma de leer, escribir y editar poesía. A nivel local, autores como Blanca Wiethüchter, Pedro Shimose, Gabriel Chávez Casazola, Juan Carlos Orihuela, Emma Villazón, y otros, han sido fundamentales. En el ámbito internacional, encuentro influencias en la obra de poetas como Billy Collins, Wisława Szymborska, Walt Whitman, Emily Dickinson, Robert Frost, John Ashbery, Frank O’Hara, Ted Kooser, Margaret Atwood entre otros.

¿Cómo ves al movimiento literario juvenil en Bolivia?

Es un movimiento encomiable y con una identidad muy particular. La idea de que los bolivianos no leemos es un mito. Lo que sucede es que leemos de maneras que muchas veces no se registran en las estadísticas tradicionales. La literatura boliviana juvenil es un espacio de exploración constante, con voces diversas que están resignificando la tradición y abriendo nuevos caminos. Es un fenómeno que merece ser observado y estudiado en profundidad.

¿Por qué publicar en Yerba Mala Cartonera?

Publicar en Yerba Mala Cartonera tiene múltiples significados para mí. En primer lugar, es una editorial cartonera, lo que implica una apuesta por la sostenibilidad ambiental, un tema que considero fundamental. En segundo lugar, representa un medio alternativo de difusión literaria que, a pesar de su carácter independiente, tiene una gran repercusión. Finalmente, publicar con ellos es parte del reconocimiento que otorga el premio, y lo recibo con mucha gratitud y entusiasmo.

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