Artículos YMC. Ionse: Un descubrimiento de año nuevo




Por: Claudia Michel


Ionse llega a la fiesta de año nuevo donde va ha tocar y no hay nada en su apariencia que diga que es un músico. Nada de chamarra de cuero ni gafas oscuras, ni tatuajes, ni cabellera alocada. Un sujeto tranquilo que no necesita accesorios.


Muy pronto, cuando tome su guitarra y se ponga a jugar con sus pedales, sabremos que su atención y cuidado está, y ha estado por mucho tiempo, en sus canciones.


Ionse vino a tocar a la fiesta de año nuevo organizada en La Troje. Con dos escenarios a Ionse le tocó cantar en el patio. Está él solo en la pequeña tarima, acompañado por varios pedales, su computadora y otros artilugios dispuestos sobre una mesa. Estos van armando paso a paso sus canciones. Suena un acorde, un rasgueo simple que se graba y repite, luego el bajo, viene enseguida una pequeña escala, así uno a uno se suman los elementos. Puede entenderse pronto su “modus operandi” sin embargo, la melodía que junta todo, es cada vez una sorpresa. Esa voz, susurrante y queda, junta todos los elementos con una cadenciosa melodía que crea, por sí misma, un ambiente de intensa seducción.


El aparataje técnico desaparece, se funde sutilmente con las melodías melancólicas de una voz que parece la de alguien que camina tranquilo entre el caos, protegiéndose del mundo con sus audífonos. Ahí, entre oreja y oreja ocurre todo lo que irá luego, trasponiendo a los equipos y los instrumentos para que todos escuchemos.


En el escenario de adentro hay un tributo a una banda famosísima. La ansiedad gana un poco y vamos adentro a ver qué pasa ahí. Pero es cuestión de un par de minutos para darnos cuenta dónde está sucediendo la magia. Adentro se intenta repetir el truco, invocar a los amigos muertos, mientras Ionse, en el patio, está en plena prestidigitación.


Inmune a la cantidad de público, sigue con lo suyo, como en el cuarto de su casa donde ha tocado tantas veces esas canciones y donde inventa todas las que ya tiene subidas en plataformas. Tesoros que al día siguiente escuchamos con la certeza de haber encontrado un regalo último del 2024, o más bien un impulso para el 2025.


En el patio, volvemos enseguida a ese ambiente seductor y lánguido de las melodías sencillas e inesperadas. Parece el compañero callado del colegio que nadie sabía que tocaba siquiera un instrumento. A él no le importa mucho nuestro hallazgo, está disfrutando de sus propias creaciones. Entregado a lo suyo.


Afuera, en la realidad, hay colas para el diesel, sube el precio del huevo y del pollo. Mientras Ionse está cantando estas canciones y una extraña sensación arrecha y pacífica nos envuelve como a ratas que siguen a un flautista.


Llévanos lejos Ionse, ya no queremos realidad.


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