EL SEÑOR DON RÓMULO O DEL ÚLTIMO PATRIARCA- Maurizio Bagatín
Tenemos el agrado de presentar una reseña realizada por Maurizio Bagatín a la obra de Claudio Ferrufino Coqueugniot. A leer con calma y disfrutando cada frase!
Sin darse cuenta,
sin poder creer,
insólita como la adolescencia
la entrada en la vejez”
- Eduardo Mitre -
Según Houellebecq, nos encontramos en la poesía cuando la
extrema intensidad de la percepción sensorial puede provocar una subversión de
la percepción filosófica del mundo. Poesía que es, el calor que el sol
regala a los ladrillos de adobe, el color de los higos maduros, es el tamaño
del durazno partido, el diseñado culo
de una imilla de Arani, la carnosa silueta de una chota de Punata o la tristeza
que puedes encontrar, sin buscarla,
en los ojos sin fondo del assum preto…
Así nos
inebria la novela de Claudio, de poesía violenta, como violenta es la historia
de Bolivia: todo lo que la muchísima sangre - y mucho esperma - ha moldeado en
castas señoriales hipócritas y fariseas, en burgueses que venderían hasta su
madre y en pueblos, indios, esclavos y campesinos sumidos y sinvergüenza al
mismo tiempo: desde siempre Anansaya
y Urinsaya.
“No soy yo en escribir, he hecho un trabajo de memoria,
me guía el olvido de los dioses y el recuerdo de los hombres: escribo lo que
voy a recordar, de las letras de quienes ya hicieron la historia: un Steiner
que nunca lee un libro, como buen judío, sin un lápiz y unas hojas a su lado,
así para reescribirlo mejor del que está leyendo…”
Generacionalmente, el señor don
Rómulo es el último patriarca, lo que no defiende su identidad, libre, como su
gen dado por las cicatrices de la historia, por las funambulescas aventuras del
hombre: un viaje de Capitán Fracaso, un Aureliano que funde pececitos de oro,
el inmenso Don Fabrizio Corbera, Príncipe de Salina o el incorruptible príncipe
Nikolái Andréievich…
En
un hipotético diccionario romanzesco,
el señor don Rómulo reconocería que la hipocresía es parte de la educación y
que es mejor manejar el burro que burrear…entre melancolía y nostalgia admitiría
que los hombres son inferiores a sus ideas: obnubilados, imperfectos y simples,
por eso y por todo lo demás vale la pena la aventura. La del hombre.
Los libros que se
escriben, y los que leemos, nos explican cosas, ya que escribir, y leer, nos
enseñan cómo vivir. Somos los críticos de nosotros mismos y también nuestros
propios legisladores: todo esto durará hasta la muerte y se dispersará con
nuestro ego…se escribe, y se lee, por necesidad de afecto, y nuestro amor por
los demás es la escritura. De este laberinto nos alejamos solamente
desaficionados, por lo tanto vale la pena vivir en él. La belleza es una paz
feroz. Que existe: “En el pico amarillo
anaranjado de un mirlo/en cualquier flor/en el horizonte perdido y distante del
mar/la Belleza existe/es un misterio revelado/un secreto evidente/la vida/La
belleza existe/y no tiene miedo de nada/ni siquiera de nosotros/las personas”
(Gianmaria Testa).
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