Yerba Mala de cartón

Copiamos la nota de Mauricio Rodriguez sobre nuestra editorial, muy buena y sustanciosa pero le faltó algo importantísimo y eso es poner a Beto Cáceres y a Darío Manuel Luna, quienes con Crispín fueron los fundadores de la Yerba Mala. Sin ellos nada de esto hubiera sido posible. Como tampoco hubiera podido seguir sin Lourdes Saavedra y Roberto Ororpeza.

Yerba Mala de cartón
Por: Mauricio Rodríguez
Escribir sobre Yerba Mala Cartonera es hablar de Aldo Medinacelli, de Claudia Michel, de Gabriel Llanos pero, sobre todo, de Crispín Portugal a quien no conocí y sólo tengo vagos recuerdos de él en plano medio, mirando la ciudad de El Alto (donde nació la Yerba Mala), de alguna fotografía o documental que vi el año pasado en la Feria del Libro. Me gustaría hablar de él, de su escritura, de los primeros intentos de publicación de cuentos dentro de tapas de cartón, de la feria 16 de julio, del suicidio, su suicidio, y ninguna nota de prensa, ningún obituario. No puedo hacerlo. Entonces: una gran parte de la historia de Yerba Mala se me escapa. Entonces: una gran parte de la historia de las cartoneras se me escapa. En cambio, diré lo que puedo decir, aunque es poco.
Yerba Mala Cartonera es publicaciones alternativas, es noche, es pubs, es un intento de ir en contra de lo establecido, de las grandes editoriales que en Bolivia no lo son porque un libro compite con una marraqueta (la marraqueta saca ventaja) y un escritor con el hambre, con el olvido, al final consigo mismo para dejar, de una vez por todas, esos humos alucinógenos de la literatura. En este ambiente nace Yerba Mala que empieza a publicar a jóvenes, sus primeros escritos, en algunos casos, experimentales. Y eso es Yerba Mala: publicaciones en cartón y fotocopia, artesanales, de no más de cien ejemplares; escritos, que son vendidos en tertulias, para consumidores que gustan de lo underground. Creo que algo más es Yerba Mala: un grito que se convierte en susurro, por las pocas voces que lo acompañan, un que dice “algo está mal en literatura boliviana, las editoriales no publican escritores jóvenes, desconocidos, la academia está encerrada en sus paredes y no promueven la crítica, no promueven la literatura, aún estamos encerrados en un provincialismo del cual debemos salir”. Tal vez Yerba Mala no sea eso, pero busca serlo.

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