Entrevistas cartoneras. Pedro Mancini
De la aversión religiosa al humor ácido:
Pedro Mancini habla de Cocaine Bergoglio
El autor reflexiona sobre su obra más provocadora y la relación con sus influencias y estilo.
¿Cómo surge la idea de Cocaine Bergoglio? Con un título de por sí provocador, ¿qué disparadores te llevaron a construir esta historia tan singular, con un papa androide como protagonista? ¿Y qué buscabas provocar con esa elección de título?
En general, siempre estoy trabajando en historietas largas, novelas gráficas de alrededor de 200 páginas. Cuando termino uno de estos proyectos, siempre trato de hacer algo que me dé un respiro. Casi siempre voy con algo de humor absurdo, que es lo que más me divierte hacer. En este caso dibujé las primeras tres viñetas de Cocaine Bergoglio en un cuaderno mientras tomaba algo en un bar. Me gusta ir a bares solo, con mi cuaderno, para escribir y garabatear nuevas ideas. Me hizo gracia la interacción entre esos dos personajes extraños y todas las cosas que podían pasar alrededor de ese mundo, que es prácticamente cualquier cosa. De un tirón, salió todo el resto del guion y el proyecto completo lo cerré en menos de un mes.
Con el título supongo que quise lograr ese choque entre dos conceptos que uno no imaginaría ver unidos. Esa vieja definición del humor que es “poner algo en donde no debería estar”.
¿Cómo describirías tu relación con la religión?
En general es de aversión total. Como casi todas las familias ateas en Argentina, fui bautizado para dejar tranquila a mi abuela católica. Pero después de eso casi ni pisé una iglesia. Más adelante en la vida casi todas las cosas que me gustaron me llevaron a pensar en la iglesia como una de las peores cosas que nos pasó a la humanidad. Me refiero a las bandas que escuchaba, a mis lecturas, las películas que me gustaban, etc. Sin embargo, las lecturas de algunas novelas de Philip K. Dick me hicieron interesar en algunos temas religiosos.
Tus obras anteriores van desde Burroughs hasta alienígenas. ¿Cómo se inserta Cocaine Bergoglio dentro de tu recorrido?
Siempre pienso que en mi trabajo hay dos líneas más o menos delimitadas. Una parte más solemne y dramática, y otra más humorística. Sobre todo, esta última a partir de mi personaje Alien Triste. Cocaine se alinea con esta última, aunque por su formato me permitió explorar en otras direcciones. Alien Triste es una tira, para la cual necesito remates instantáneos. No me permite desarrollar historias tan largas.
El tono satírico y la crítica a lo religioso atraviesan el libro. ¿Tenías influencias o referentes claros al momento de desarrollarlo, tanto desde lo narrativo como desde lo gráfico?
No tenía referentes claros, o por lo menos nunca parto desde ellos. Los referentes están ahí y aparecen casi sin que yo lo registre. Identifico que en Cocaine se colaron las influencias que tengo de diferentes autores que trabajan con humor absurdo. Seguramente algo del Mayor Grubert, mi historieta preferida de Moebius, algo de Boris Vian, algo de Leonora Carrington, algo de Alberto Laiseca, algunas cosas de David Lynch y algunas de Quentin Dupieux.
Cuéntanos tus inicios en el dibujo y la historieta. ¿Cómo fueron tus primeros acercamientos al dibujo y a la historieta? ¿Qué experiencias o lecturas te marcaron tu camino?
De chico leía las historietas de los dibujos animados que veía en televisión. Los Superamigos, Thundercats, Robotech y mi preferido, Masters of the Universe. Estaba obsesionado con uno en particular, El suplicio de Man-E-Faces. Sospecho que era porque relataba la historia de un actor devenido en villano. Mi abuelo también era actor, y de ahí que seguramente haría un paralelo.
Siendo muy niño dibujaba sin parar. Recién a partir de mis veinte años lo empecé a tomar un poco más en serio. Así comencé a formarme en diferentes talleres de dibujo e historieta de Buenos Aires. Algunos años después, por el 2008 más o menos, formé el grupo Niños junto a dos colegas, Santiago Fredes y Darío Fantacci. Con ellos llegamos a publicar siete números de la antología de historietas Ultramundo.
Tu trazo es expresivo, vibrante, a veces incluso violento. ¿Cómo encontraste tu estilo? ¿Sientes que ya has llegado a algo definido o que sigue en evolución?
No lo sé a ciencia cierta. Me cuesta entender cómo se forma ese gusto primordial de cada artista que termina moldeando el estilo. Por algún motivo unos dibujantes despiertan mayor interés en uno que otros. Esas influencias más todo lo que uno lleva adentro decantan en una forma de hacer las cosas. Y va más allá del dibujo. Mi gusto por la fantasía y el terror seguramente va de la mano con el hecho de que a muy temprana edad vi películas como Laberinto o El joven Frankenstein. Y con “lo que uno lleva adentro” me refiero a toda experiencia personal. La muerte de un familiar, el desamor, la traición de alguna amistad. Para mí, esas cosas marcan la manera en la que uno hace las cosas tanto como cualquier obra artística. La personalidad del dibujo es una extensión de la propia personalidad. Y esta se forma a lo largo del tiempo a partir de todas las experiencias que uno va viviendo.
Sin dudas el dibujo no para nunca de evolucionar. Siempre se encuentran cosas nuevas dentro del estilo propio.
Tus obras han sido publicadas en varios países. ¿Has notado diferencias en la recepción según el contexto cultural o editorial?
En Argentina, el público además de conocerme por mis historietas también me conoce por otras actividades. Tengo una banda llamada Nave Nodriza junto a otros dibujantes, participo en actividades en ferias y festivales, participé en una serie de TV. Estas cosas muchas veces se complementan con lo que hago en mis historietas. En otros países es como empezar desde cero. Pero igual no me puedo quejar. Tuve buenas experiencias publicando en otros países. Sobre todo en Francia, donde estuve viviendo durante un año a partir de una residencia artística en París.
Desde 2022 integras una banda de shoegaze y dream pop formada por dibujantes y animadores. ¿Qué lugar ocupa la música en tu vida y cómo dialoga con tu trabajo como historietista?
La música ocupa un lugar muy importante en mi vida. Toco la batería desde los quince años, aunque en mis veintis me encontré con que no podía sostener las dos actividades en simultáneo. Tenía que elegir entre dibujar y tocar. En ese momento me sentí más seguro con el dibujo y creo que elegí bien. Es lo que me sale mejor y lo disfruto mucho también. Pero por suerte la vida me dio esta revancha. Nave Nodriza es una de las cosas que más disfruto hacer. Y creo que la banda tiene un punto especial justamente en esto de que somos dibujantes que tocamos. Tiene algo muy narrativo, las canciones cuentan historias.
¿La música influyó de algún modo en la creación de Cocaine Bergoglio? ¿Escuchabas algo en particular mientras trabajabas en el libro?
La música me acompaña de diferentes maneras en el proceso de hacer una historieta. Cuando escribo el guion lo más probable es que no escuche nada en absoluto. A lo sumo puedo escuchar música instrumental. Canciones cantadas no me dejan concentrar en lo que estoy escribiendo. Pero cuando la idea ya está más formada disfruto de acompañarme con todo tipo de música a la hora de dibujar. Desde metal hasta jazz. Me gustan muchas cosas, pero creo que tengo una inclinación hacia lo deforme y lo ruidoso. En algunas cosas que hice la música está súper enlazada al ritmo narrativo. Tengo historietas del pasado que puedo releer y descifrar exactamente qué es lo que estaba escuchando al hacerlas. En el caso de Cocaine está la referencia explícita de Black Sabbath, que es una de las bandas que más amo en la vida.
¿Qué esperas que provoque esta obra en tus lectores bolivianos? Más allá del humor o la irreverencia, ¿hay una reflexión o pregunta que quieras dejar abierta?
Ojalá que le guste a la gente que está abierta a este tipo de material. Espero que sea la primera de muchas publicaciones mías por allá. Y lo que más me gustaría es vivir la experiencia de visitar el país, presentar algún libro, ir a algún festival, conocer a los artistas de allá. Siempre es lo que más me gusta, el intercambio.
La reflexión creo que está en la forma de la misma obra. Yo siento que este tipo de material surge de jugar. Y creo que jugar es la cosa más importante que tenemos los humanos. Es la chispa inicial del trabajo creativo. Y es una pena que se subestime el poder de lo lúdico en general, aplicado a cualquier cosa. Se interpreta que jugar es algo únicamente para los niños, y yo no creo que sea así. Intento con este tipo de historias que se respire la forma en la que fue hecha. Y que en el mejor de los casos eso contagie a otra gente a hacer cosas. Como a mí me pasa con las cosas que me marcaron.
En tus posts de Instagram, que están llenos de ilustraciones, siempre haces referencia a un término que ya es tu marca personal: “espectrar” ¿En qué consiste y cómo se vincula con tu obra?
Tal vez sea una experiencia espiritual trascendental o tal vez solamente consista en tomar vino y escuchar Cabaret Voltaire. Prefiero que quede el misterio para ser revelado por los lectores al leer mis libros. Que ellos mismos saquen su conclusión.
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