Reseñas YMC. Un voyerista de la muerte en La Majadita



 Por Mauricio Aliaga


Aproximarse a la obra de Cynthia Matayoshi es ingresar a un mundo de fantasías extrañas donde la vida y la muerte coquetean en comunión de fluidos corporales. La narrativa de la autora argentina logra transmutar una sensación de hediondez complementaria a la sequedad de un pueblo olvidado por la modernidad. Entre moscas, leche, vísceras, huesos, polvo de muertos, ángeles, gusanos, pechos y almas la historia Como una yegua en La Majadita apuesta por descolocar ese amor de madre que no roza la piel con su criatura.

Adentrarnos en la ficción desde la mirada confundida de un hermano, testigo de la aparición de la mujer caballo: un raquítico ente de voluptuosos pechos que trae consigo a gusanos, moscas, hedor de muerte y leche divina con la que se alimenta de un bebé. Me parece interesante el erotismo zoofílico con el que fantasea el personaje, espiando desde su escondite el amamantar del que su hermanito es bendecido. El contraste imaginado del suave beso entre la mujer caballo y las otras madres del pueblo contrapunteado al hedor a cloroformo que acompaña su presencia genera en mi lectura la idea de dualidad absoluta entre lo bello y lo atroz.

A pesar de todos los símbolos de los que bebe esta narración, el que más llamó mi atención fue ese símil entre la herida de muerte de Cristo y la generosa dádiva de la mujer caballo: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua”, “Pero a mí me da rayos de leche que salen de su costado, no de los pechos redondos”. Leche o sangre, sangre o leche. La viscosidad de la vida se traslada por esos fluidos que pierden su forma cuando son arrojados y es entonces donde llegan los insectos carroñeros que persiguen a lo inerte, a lo que antes formaba parte de una energía. La estética de lo sagrado y lo profano se entrelazan en esta historia que se mueve por ríos secos y pieles quebradizas.

La figura de José como portador de luz alimentado por alcohol es maravillosa y creo que refuerza la idea de que lo extraño sólo puede identificarse desde los estados más disociados a una realidad deprimente y sin vida. La historia transita por un cúmulo de sensaciones que permean en un parámetro compuesto por la extrañeza, lo sagrado, lo erótico, lo profano, la muerte y la desesperanza. Es una lectura atrevida, uno de los mejores cuentos que he tenido la oportunidad de leer este año.

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