Entrevistas cartoneras: Alberto Chimal

"A veces me siento como cineasta"

El escritor mexicano Alberto Chimal comenta los detalles de La ciudad imaginada, libro que publicó con esta editorial el 2022


Foto: Dushka Barranco

Publicado originalmente en Periódico La Razón

Si bien los textos de La ciudad imaginada han sido escritos a lo largo de varios años y sin un propósito común, ¿Qué logra articularlos y darles un sentido?

La idea de la ciudad. Seleccioné textos que tuvieran alguna relación con ella, desde entornos urbanos explícitos hasta comunidades o formas individuales de pensar que se relacionaran con ellos. Y por encima de todo ello está la imaginación fantástica, o por lo menos la de lo improbable y lo extraordinario.

¿Cuáles son las fuerzas que rigen la ciudad imaginada?

Por una parte, las de la naturaleza y el poder humano. Por la otra, las de la imaginación.

¿Qué importancia tiene el territorio en estos cuentos?

Mucha, porque el territorio es al mismo tiempo el espacio físico y una proyección de nuestro pensamiento. Lo que definimos como nuestro y de nuestros semejantes afecta todo lo que hacemos como seres humanos, y algo de eso se refleja en los cuentos.

¿Por qué La ciudad imaginada puede ser cualquiera de Latinoamérica?

Porque la imaginación fantástica que me interesa emplear en estos cuentos tiene un origen latinoamericano. Aquí usamos etiquetas usualmente importadas (“ciencia ficción”, “fantasía”, etcétera), pero necesitamos adaptarlas a nuestras circunstancias: a contextos sociales y políticos que no son los del norte global.

Cómo fue el proceso de escritura de uno los cuentos más oscuros, estamos hablando de “Mogo”

Este cuento es el más antiguo de la colección: ya casi cumple los 20 años. Y lo que quería hacer con él era retomar elementos de historias todavía más anteriores, en las que había ese entorno familiar (urbano, claro) y también esas presencias oscuras. Recuerdo que el primer borrador fue difícil pero las revisiones lo fueron cada vez menos.

En “Cuerpo”, hay un placer por los comportamientos extraños, la desviación o metamorfosis en el ser humano. ¿Por qué te interesó trabajar esos temas?

Parte del horror de nuestra época está en nuestro conflicto al parecer insoluble con el entorno natural. Lo que a veces se llama el body horror (otra etiqueta importada, qué remedio) usa la distorsión del cuerpo como símbolo de males interiores. En el cuento me interesaba hacer algo distinto a partir de esa misma noción.

Existe un manejo del humor de manera sutil en muchos de los cuentos, sobre todo en Variación sobre un tema de Coleridge y Veinte de Robots. ¿Qué puedes decirnos acerca de ese aspecto en tu narrativa?

Me gusta mucho el humor. El que suelo usar es muy mío, a veces muy enredado o muy surrealista, pero lo empleo porque me divierte (además de la obvia motivación de usarlo para criticar o señalar defectos de la vida real, que es importante, sí, pero me disgustan mucho los textos que sólo intentan predicar). Me gustaría creer que el humor es también una forma de descuadrarnos del mundo, de cambiar nuestra percepción.

Hablemos sobre los finales de tus cuentos, a ratos se dan de manera abrupta, sin concesiones para el lector, ¿Cuándo se acaba una historia?

Este es otro aspecto de lo que escribo, porque en esos finales interviene mucho mi propio gusto. He hecho finales convencionales, ¿por qué seguir haciéndolos? ¿Por qué no poder experimentar con diferentes formas y estructuras al escribir?

En todos estos años como escritor, ¿Cómo has logrado pulir un estilo hasta llamarlo tuyo? ¿Cómo es tu proceso de edición?

Mi proceso de edición es la parte más complicada de cualquier proyecto. A veces me siento como cineasta, porque al editar, montar, agregar y quitar, es donde aparecen muchos aspectos interesantes (para mí, al menos) de mis textos.

Has incursionado en la novela gráfica y los guiones, ¿Qué valor le das a otros géneros literarios en tu narrativa?

Constantemente estoy buscando nuevas influencias, nuevas fuentes de ideas para escribir. Así que me gusta conocer (y crear) obras fuera del campo de la narrativa en “estado puro”. Empecé a encontrar esas influencias hace 30 años, cuando por un tiempo escribí muchos textos teatrales e híbridos. Sigo en eso.

Sabemos que dictas cursos y talleres en México. ¿Qué jóvenes autores puedes recomendarnos?

Ahora tenemos nuevas generaciones muy buenas por aquí. Un puñado de autores y autores que (creo) darán mucho de qué hablar: Olivia Teroba, Andrea Chapela, Enrique Urbina, Aura García Junco, Luisa Reyes Retana, Atenea Cruz…

¿Cuál es tu relación con la tecnología? Tanto para escribir o dar talleres o en el día a día

Desde la adolescencia, cuando estaba de moda la idea de la informática como una tecnología que iba a traer una especie de futuro utópico, me interesé por lo que entonces eran nuevas herramientas, nuevos sustratos para crear. Así que hay una influencia prolongada que está en mucho de lo que he escrito. En cuanto a las clases, actualmente trabajo principalmente en línea por diversas razones, así que esas otras tecnologías se me han vuelto indispensables.

¿Cuáles son tus planes en un futuro próximo?

Espero terminar de reponerme de una cirugía de rodilla por la que estoy en rehabilitación prolongada. Acabo de terminar una novela que saldrá probablemente el año próximo, y me gustaría que el siguiente proyecto fuera otro libro de cuentos: textos –ahora– totalmente nuevos.

¿Por qué publicar en una editorial cartonera como Yerba Mala?

Porque me encanta el proyecto y el espíritu de las editoriales cartoneras. He publicado textos en varias de ellas y espero poder seguir haciéndolo.


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