Artículos YMC: De los intrincados caminos de la lectura

 


Por: Virginia Ayllón[1]

 

La piratería es un fenómeno de la sociedad moderna que hay que observarlo desde al menos dos puntos de vista. El primero que tiene su historia en la colonización porque, ciertamente, los piratas asaltaban barcos llenos de mercancías, especialmente, plata, que provenían de continentes colonizados —particularmente las Américas—. Eran ladrones de ladrones, podríamos decir. Tanto así que los corsarios eran piratas oficiales, es decir pagados por algún Estado para robar a los barcos de otros Estados; funcionarios públicos cuya función era la piratería.

En el mundo globalizado actual, se ha diseminado la idea de la piratería asimilada al hacker, es decir, a quien usa la tecnología del internet para robar datos de empresas y, por esa vía, hurtar activos. Pero la historia es más compleja y las empresas se roban entre sí por lo que también hay corsarios modernos, ahora empleados de grandes empresas del mundo global.

Hay otra piratería que es la de la copia ilegal de productos protegidos por los derechos de autor. Dicen que por ese delito los Estados más grandes pierden mucho dinero y por eso sus leyes contra la piratería son muy fuertes. Claro que no se dice nada, o se dice muy poco, de ciertas “piraterías legales” como las que ocurren en la industria filmográfica. Por ejemplo, no sabemos cuánto gana esta industria por la explotación de Alicia en el país de las maravillas, hermosísima novela de Lewis Carroll, pero que a fuerza de las múltiples versiones cinematográficas su autoría parece ser más de Disney que del propio Carroll. Y la lista es grande, ¿alguien sabe quién es el autor de El libro de la selva? O ¿Quién el de Peter Pan?, o aún de Blanca Nieves?

Es decir, si de piratería se trata, en el Norte se despliega con gran tecnología, inteligencia y malicia. Por estos lados del mundo la cosa es diferente pero no tanto, todo depende. Por ejemplo, si los estudiantes universitarios no fotocopiaran partes o libros enteros, no podrían estudiar. Y las contraportadas de todos los libros que fotocopian anuncian medidas legales contra quienes copien partes o todo el libro. Por ese artefacto de la fotocopia, todos nos hemos debido convertir en delincuentes, yo la primera. No sé si en Bolivia existan personas que se enriquecen con las fotocopias o la copia de música y películas, no lo creo porque el Estado persigue “las grandes fortunas”. La verdad tampoco me importa.

En cambio, sí me interesa contar a los lectores de este breve texto, que hace unas semanas salí a la ciudad hacer algunos trámites y me fui a ver qué estaban ofreciendo en el mercadito de libros usados/pirateados. Suelo hacerlo porque, como todo mercado, responde a la demanda. Es un buen marcador de qué lee la gente. De hecho, hace unos años por esa vía nos enteramos que más personas, además del pequeño mundo académico, leía a Jaime Saenz porque de pronto apareció su novela Felipe Delgado en formato pequeño. Y a veces hay cosas raras, como que un tiempo Yukio Mishima estuvo “de moda” en ese mercado. ¿Quién lee a Mishima? ¿por qué?, ¡es maravilloso el mundo oculto de los lectores!

Bueno, lo que vi hace unos días en ese mercadito fue Íntimas de Adela Zamudio y al menos tres títulos de Jane Austen. Quedé maravillada y en conversa con una de las vendedoras me dijo que "esos son lo que ahora están saliendo más".

¿Será esta nueva ola feminista?, me dije, y si bien no puedo tener certeza, algo de eso habrá en los y las compradoras de esta novela de Zamudio —y, de paso, los de Austen. Se recordará que Íntimas se publicó en 1913 y que si bien en la época recibió algunas críticas, las más recomendaban a su autora que deje de escribir narrativa y vuelva a la poesía, la que, se recordará también, era considerado el género femenino por excelencia. Sea cual fuere la razón, el libro prácticamente despareció de las librerías, la crítica y el sentido común. Solo en 1999, después de 86 años, pudimos conocerla por la obra redentora de Leonardo García Pabón. Y desde ahí no hemos dejado de hacer ruido con esta hermosa novela. Y el lector que compre y lea la versión pirateada puede bien gustar o no de esa novela porque ese es precisamente su derecho sagrado, el de su propio juicio. Pero para ese juicio, primero tendrá que leerla y, antes, comprarla, y si es a un precio razonable, mejor.

[1] Poeta, narradora y crítica literaria boliviana. Con YerbaMala Cartonera ha publicado Liberalia: diez fragmentos sobre la lectura (2006).

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