Renunciar a la belleza, sobre Sirena de Carlos Piñeiro
Por Claudia Michel
Después de leer varias reseñas en las que solo se habla de los premios que ganó la cinta, los pormenores de la vida del director y las anécdotas de la premier en el lago; lo menos que se puede hacer es un listado útil de (des) motivaciones para el ciudadano de a pie que no se decide a gastar la poca plata que tiene en ir a ver la película.
Entonces comencemos con este texto de bien social.
¿Por qué sí?
Porque el lago es de los lugares más hermosos de Bolivia con o sin película, está en el corazón mismo de la bolivianidad (si es que existe tal cosa). Que levante la mano quien no se ha empachado de pasankallas o quien no ha ido al calvario; habrá algunos pero cada vez menos. Si algo en común tiene la gente en Bolivia (que son pocas cosas nótese) es visitar el lago, entonces si alguien dice “vamos a ver una peli sobre el lago” la respuesta inmediata debe ser sí.
Siguiendo al anterior párrafo, solo quien ha sido capaz de salir de la playa de Copacabana y las tiendas de chucherías para gringos, puede tener una visión más allá de la del turista promedio. Como lo haría un enamorado que ve más allá de la cara bonita (o fea) porque de pronto simplemente: puede ver, ver más. Las texturas, el orden de las manchas, la profundidad de los surcos, el movimiento del agua y un sin fin de detalles que ama y tiene el cuidado de ordenarlos para ponerlos en una enorme pantalla y contar algo. Y aún sin contar nada, si algo hay en Sirena es la belleza profunda del lago que es una gran motivación para ver la película, lo cual nos lleva a la tercera razón.
Hay que ver Sirena por la renuncia a la belleza. El Titicaca es hermoso y lo más fácil es filmarlo porque no se necesita demasiadas dotes cinematográficas para ser sensible a su encanto. Pero en Sirena renuncian a esa belleza fácil y deciden filmar todo en blanco y negro. Esa decisión es clave y aunque al principio parece un error, luego tiene todo el sentido. Nos quita el impacto falso de la primera impresión y nos desafía a ver más allá de lo obvio. Las tomas de las texturas, los paisajes y la gente con el filtro del B/N son un provocación para ir más allá. Sé lo que quieres de mí Sirena y te voy a seguir el juego.
Además es una metáfora de la historia que está llena de opuestos y contradicciones, de miradas a paisajes infinitos y luego a la textura de una roca. Al empuje y decisión práctica de los personajes frente al mundo espiritual y parco de los lugareños, todo una contraposición insalvable en apariencia.
Otra razón para ir es el silencio, suena a falsa poesía pero es cierto. Los diálogos son mínimos y hay personajes que prácticamente no dicen nada. Los que sí hablan están incordiando a los silenciosos, pero estos tienen aplomo de piedra, no responden nunca. Y todo ese no decir, no responder, va creando una atmósfera que combina perfectamente con el blanco y negro. La tensión de las acciones se acumula con las pocas preguntas y sobre todo con las no respuestas.
Y último pero no menor: la historia y su final. Es una historia sencilla pero que le da tarea al espectador. La primera pregunta al salir del cine es automática: ¿por qué se llama Sirena? y la respuesta llega al día siguiente, para los obsesos ese mismo día más tarde. La búsqueda de los personajes crece en tensión, y justo cuando uno cree que todo está resuelto, parece que volviera a comenzar. El problema planteado en la historia se resuelve con el cruce de miradas de los personajes, un detalle sutil que hace el click final.
Y por escuchar esa cueca en el cine con las imágenes de las algas del lago, solo por eso sí hay que ir.
¿Por qué no ver Sirena?
Por Covid 19, obvio, nadie quiere ir a contagiarse. Y sí, dicen que se puede hacer no sé qué para ver por internet, pero eso es como besarse a través de un vidrio, ya tenemos suficientes medidas de bioseguridad.
Porque nuestro ojo educado por Rápidos y Furiosos no será capaz de soportar los veinte minutos (sino es media hora) iniciales, donde los personajes no hacen nada más que caminar. Si eres de los que te duermes si no explota un helicóptero en los primeros cinco minutos, cómprate una gaseosa azucarada para no cabecear.
Porque gran parte de la película tiene subtítulos y está llena de metáforas, entonces si quiero tarea me inscribo a un curso, pagar entrada para estar intentando descifrar cosas todo el tiempo, no gracias.
Porque Sirena tiene su ritmo, capaz que es como el del lago, y por eso es lenta y las acciones se prolongan, se repiten y eso la hace no apta para ansiosos.
Como nota final diremos que todo apunta a que en un par de semanas no solo no se podrá ir al cine sino a ninguna parte, así que entre ir y no ir, tal vez sea mejor aprovechar esta última oportunidad que nos brinda la pandemia.
Entonces comencemos con este texto de bien social.
¿Por qué sí?
Porque el lago es de los lugares más hermosos de Bolivia con o sin película, está en el corazón mismo de la bolivianidad (si es que existe tal cosa). Que levante la mano quien no se ha empachado de pasankallas o quien no ha ido al calvario; habrá algunos pero cada vez menos. Si algo en común tiene la gente en Bolivia (que son pocas cosas nótese) es visitar el lago, entonces si alguien dice “vamos a ver una peli sobre el lago” la respuesta inmediata debe ser sí.
Siguiendo al anterior párrafo, solo quien ha sido capaz de salir de la playa de Copacabana y las tiendas de chucherías para gringos, puede tener una visión más allá de la del turista promedio. Como lo haría un enamorado que ve más allá de la cara bonita (o fea) porque de pronto simplemente: puede ver, ver más. Las texturas, el orden de las manchas, la profundidad de los surcos, el movimiento del agua y un sin fin de detalles que ama y tiene el cuidado de ordenarlos para ponerlos en una enorme pantalla y contar algo. Y aún sin contar nada, si algo hay en Sirena es la belleza profunda del lago que es una gran motivación para ver la película, lo cual nos lleva a la tercera razón.
Hay que ver Sirena por la renuncia a la belleza. El Titicaca es hermoso y lo más fácil es filmarlo porque no se necesita demasiadas dotes cinematográficas para ser sensible a su encanto. Pero en Sirena renuncian a esa belleza fácil y deciden filmar todo en blanco y negro. Esa decisión es clave y aunque al principio parece un error, luego tiene todo el sentido. Nos quita el impacto falso de la primera impresión y nos desafía a ver más allá de lo obvio. Las tomas de las texturas, los paisajes y la gente con el filtro del B/N son un provocación para ir más allá. Sé lo que quieres de mí Sirena y te voy a seguir el juego.
Además es una metáfora de la historia que está llena de opuestos y contradicciones, de miradas a paisajes infinitos y luego a la textura de una roca. Al empuje y decisión práctica de los personajes frente al mundo espiritual y parco de los lugareños, todo una contraposición insalvable en apariencia.
Otra razón para ir es el silencio, suena a falsa poesía pero es cierto. Los diálogos son mínimos y hay personajes que prácticamente no dicen nada. Los que sí hablan están incordiando a los silenciosos, pero estos tienen aplomo de piedra, no responden nunca. Y todo ese no decir, no responder, va creando una atmósfera que combina perfectamente con el blanco y negro. La tensión de las acciones se acumula con las pocas preguntas y sobre todo con las no respuestas.
Y último pero no menor: la historia y su final. Es una historia sencilla pero que le da tarea al espectador. La primera pregunta al salir del cine es automática: ¿por qué se llama Sirena? y la respuesta llega al día siguiente, para los obsesos ese mismo día más tarde. La búsqueda de los personajes crece en tensión, y justo cuando uno cree que todo está resuelto, parece que volviera a comenzar. El problema planteado en la historia se resuelve con el cruce de miradas de los personajes, un detalle sutil que hace el click final.
Y por escuchar esa cueca en el cine con las imágenes de las algas del lago, solo por eso sí hay que ir.
¿Por qué no ver Sirena?
Por Covid 19, obvio, nadie quiere ir a contagiarse. Y sí, dicen que se puede hacer no sé qué para ver por internet, pero eso es como besarse a través de un vidrio, ya tenemos suficientes medidas de bioseguridad.
Porque nuestro ojo educado por Rápidos y Furiosos no será capaz de soportar los veinte minutos (sino es media hora) iniciales, donde los personajes no hacen nada más que caminar. Si eres de los que te duermes si no explota un helicóptero en los primeros cinco minutos, cómprate una gaseosa azucarada para no cabecear.
Porque gran parte de la película tiene subtítulos y está llena de metáforas, entonces si quiero tarea me inscribo a un curso, pagar entrada para estar intentando descifrar cosas todo el tiempo, no gracias.
Porque Sirena tiene su ritmo, capaz que es como el del lago, y por eso es lenta y las acciones se prolongan, se repiten y eso la hace no apta para ansiosos.
Como nota final diremos que todo apunta a que en un par de semanas no solo no se podrá ir al cine sino a ninguna parte, así que entre ir y no ir, tal vez sea mejor aprovechar esta última oportunidad que nos brinda la pandemia.
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