Reseña Cosas Consabidas (por Ramón Rocha Monroy)


Yerba Mala Cartonera une a su vasto catálogo el nombre de Rosario Barahona Michel en una entrega que aprovecho para expresar mi mayor admiración por los amigos de esta editorial. El cuento de Rosario se llama Cosas Consabidas y sólo hubiera podido escribirlo una mujer; en este caso, una de las más prestigiosas narradoras del país, que ya ha dado muestras claras de cambio con Magela Baudoin, Giovanna Rivero y Liliana Colanzi, para mencionar sólo a tres de una pléyade de narradoras bolivianas. Rosario es Premio Nacional de Novela Alfaguara y pocas veces este galardón ha sido tan merecido.

Digo que sólo hubiera podido escribirlo una mujer porque Cosas Consabidas, un cuento que debería figurar entre la mejor narrativa latinoamericana, está escrito desde la óptica femenina. Recuerdo una reflexión de Ángeles Mastretta acerca de dónde nace la lengua, ese apéndice débil, suave, carnoso, que “tantas delicias provoca”, e invariablemente comparo el erotismo femenino con el masculino, en este caso de Henry Miller, tan aferrado a la dureza del músculo o la potencia de los riñones, dos atributos tan frágiles que en cualquier momento pueden fallar. En cambio, el erotismo femenino es envolvente, caricioso, indefinido, yo diría que una cuota de eternidad; y que entender a la pareja cuando uno es irredimiblemente varón es un arte mayor.

Conozco varones, yo mismo, que se asombran de la intención de divorcio de sus esposas o no atinan a comprenderlas. ¿De qué se habrá enojado? De repente, nomás. No saben que las sevicias se han ido acumulando hasta que provocaron la ruptura que parecería ser frágil y arreglable cuando es irremediable.

De estas sevicias sólo quiero destacar una: la espera, que al parecer es tan femenina. No es bien visto que una “mujercita” llame a su pareja. El varón puede importunarla cuando se le antoje, pero una mujercita debe saber esperar. ¿Cuánto? En Cosas Consabidas, la espera se prolonga durante treinta años. Literalmente, Ignacio salió a comprar cigarrillos y no volvió más. La mujer del cuento es una estudiosa de la soledad, de la espera.

Ignacio retorna como si no hubiera ocurrido nada. Entretanto se ha producido no sólo la espera sino el cambio de identidad de ella, que sale sin permiso, viste como quiere y retorna a casa cuando se le antoja, además de haber optado por la separación de cuerpos. La reacción de Ignacio frente al cambio es infantil y acaba como debería acabar. A esa soledad lleva la esposa una caja de objetos que ya no tienen valor –los discos de Eric Clapton, las cachimbas, ciertos recuerdos--; y digo que ya no tienen valor porque no están impregnados de esa presencia femenina que Ignacio ignoró durante treinta años y hoy le urge para dar vida a esos objetos.

Me parece muy acertada la decisión de Yerba Mala Cartonera de incorporar a su catálogo a esta prestigiosa narradora, cuya tendencia por la narración histórica no se contradice por esa otra tan cotidiana y común para las mujeres. Hablo de esos territorios íntimos, de ese mundo de la mujer tan poco conocido que los varones, por pura desidia, clasificamos como “el eterno femenino”.



El libro “Cosas Consabidas” de Rosario Barahona Michel será presentado en La 22va Feria del Libro de La Paz en el Salón Emma Villazón a las 20:00, quedan cordialmente invitados.

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