El poeta "malditango", sobre ArraZados de Roberto Cuéllar
Por Pablo Cesar Espinoza
“Se acostumbraron a desafinarse, a descarrilarse (…) / heterogéneos como cicatrices de incendio.” Este es el inicio de un viaje vertical que traza el autor, Roberto Cuéllar, empujando al lector dentro su obra “Arrazados”. Una caída casi sin ningún paracaídas del cual tironear desesperadamente para poder en el mejor de los casos, amortiguar su desplome. Al finalizar una primera lectura del poemario queda de manera tácita divagando en la mente del lector la siguiente pregunta: ¿Quiénes son arrasados durante el trayecto de la obra? ¿El autor? ¿El lector? ¿El lenguaje?
Dejando de lado esta
incertidumbre, queda resaltar los matices más relevantes de la obra, como lo son
las diversas figuras literarias y estilos que se presentan, por ejemplo la meta
poesía, misma que aparece y desaparece como lo hacen los puntos ciegos captados
por una cámara de seguridad en el reflejo de automóviles que pasan, entran y
salen del estacionamiento, si se tomase solo este tipo de fragmentos es posible
incluso armar un nuevo poema:
“Los plurales se han condensado/ formando un singular estertor sin especie.” “Sus medidas de cuento breve han degenerado en pesadez novelada.” “Una espera, un renglón apurado, /un tamborileo de lápiz contra la mesa; /ningún corrector curaría tan avanzadas erratas/ ni aguantaría el feroz neologismo/ con que el planeta dimite.” “Ningún etcétera servirá de refugio.”
El uso del lenguaje significa
también para el autor el uso y la transformación del mismo en una imagen, un
espectro lingüístico por así decirlo: “Pese
a su aspecto de verbo, no dejan nunca rehacer. / Todo sufijo en extremo es
dañino si se trata de abrir.” “La excelsa bestia no huele a canela /cuando da
abrazos. / Hiede a paradoja implacable, / apesta a morgue, a cacofonía, / a
canalla exhumado.”
Si se tomasen cierto tipo de
fragmentos el lector es capaz de armar a la vez otras historias, encubriendo al
sujeto arrasado entre otros desencuentros, como por ejemplo el de un amor o una
intimidad frustrada: “La intimidad
arqueológicamente invadida,/ la felicidad en estado de sitio,/ la noria perdida
en los decimales del bosque.” “Y otra vez ella, la mujer de hace rato… (…)/Era
la felicidad sorpresiva que siente/ el animal acariciado y sin dueño.” “El
inquilinismo entre corazón y despecho/ ha marcado la ruta de expatriados
suicidas.”
La crítica social y la exclusión
de esta sociedad con el sujeto es marcada en la observación que el autor hace de
la misma de manera profundizada, este ejercicio es notoriamente amplio y
apreciado a lo largo del poemario; así como se aprecia en el stadium un domingo
por la tarde, entre la vendedora
ambulante y el hincha barra brava, a un sujeto que observa
tímidamente tras su visera de Coca Cola. Un sujeto que ha esperado por horas frente
al sol y entre la gente, para instalar su observatorio y delimitar su
aislamiento entre la semiótica en común que se expande antes, durante y después
de un partido. En el caso de la obra existen fragmentos como los siguientes que
marcan esta observación reflexiva de la sociedad:
“¿Qué es horroroso?/ Hay melodías que únicamente cobran sentido/ en peluquerías y entierros, / en confesiones fuera de tono,/ en sopesar lingotes de amistades vencidas.”“Es curioso también que los jóvenes, / esos derrumbes que aún no acontecen,/ marchen vestidos de blanco y ruido/ cual ángeles desentonados, / cadáveres sin compromiso.”“(…) perpetraron desmanes con bocinazos y eructos. / Omnívora plaga que monda lo que no necesita. / Híbridos de torrente y colmillo. / Erguida pandemia.”
Finalmente una tercera figura o temática
transversal al poemario a resaltar es la sintonía y la percepción sopesada de
la realidad, un oscuro ahora del cual de manera desengañada uno no logra jamás
despertar o volver a dormir, o al menos eso nos asegura el autor:
“La sonrisa era un músculo en incansable ejercicio, /hasta que cierta traición apuñaló su curvatura de hamaca. / Quien antes se meciera en su juvenil alegría/ se descubrirá enmohecido y amorfo/ en la zanja de los hematomas y olvidos.”“Hay rasgos faciales que anticipan un crimen; /son conductos a retorcidos paisajes, espejos profetas. / Geografía donde silencios limitan/ íntimamente con los barrancos. / Un solo guiño hace la tarde impotable.”
“Y no falta quien, enjugándose el rostro pasmado, /resuelve nuevamente dormir/ bajo el amparo de su convaleciente apatía, / (…) las calamidades a punto de violentar cada puerta, / porque despertar es también parte de un sueño"
Encontrar este tipo de trabajos y
autores que de un día para el otro aparecen bajo una luz tenue y parpadeante o
entre la paja brava del llano, es realmente notable; especialmente mientras la
sociedad se adormece con un escenario “cultural” desculturizado tras medios de
comunicación que conducen el imaginario boliviano como quien conduce un vehículo
observando su retrovisor y referéndums equivalentes para los gobernantes al
ejercicio de quitar pétalos de una margarita para encontrar afecto.
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