Manifiesto Cartonero
El manifiesto cartonero es la piedra angular de nuestra acción, aquí lo compartimos para que lo disfruten, amen, odien, comenten, etc, etc.
Manifiesto Cartonero
Editorial
Yerba Mala Cartonera
Si de
cartones hablamos, no se trata de mencionar posturas acartonadas ni mucho menos
títulos académicos. Hablamos de un material vivo y natural, convertido hacia
fines industriales: recipiente de objetos, nunca contenido. Caja o cajón y no
producto. La envoltura que el cartón supone posee un corto tiempo de vida, luego
el envase es desechado. El cartón envuelve un objeto, convirtiéndose en agente
periférico, el hijo desechable del capitalismo de consumo.
Su rol
no se relaciona únicamente al acto mercantil. Es un objeto de civilización: antes
papel, hoy la marca urbana de consumo y desperdicio urbano. Su origen no es tan
complejo (chips y fibras ópticas requieren un mayor manipuleo químico). Sale de
los residuos madereros hacia fábricas de papel: hablamos de un tipo de papel.
Luego, mediante una estudiada alquimia y agua en diferentes estados, el cartón
es prensado. Proviene de los árboles, y quizá debido a esto, y a una textura
tan variable como la piel humana, es que irradia ese calor tan ausente en la
mayoría de los objetos en siglo XXI. Es la piel de las palabras donde se
estampa la sombra del autor. (sigue leyendo haciendo click en "más información)
Cartones
y papeles han sido creados como espacios abiertos: materiales que no ostentan
identidad ni sentidos ¿pero en su ontología desabrida tal vez existe un ajayu ilimitado
que busca apoderarse de quien los convierte en libros listos y accesibles para
leer?
Papeles y cartones se reconocen inacabados,
siempre inconclusos mientras no cumplan su función, e incluso entonces. Un
libro fabricado de cartón supone no sólo una actitud de conciencia ambiental
(reciclaje de material desechado), sino y en la misma medida, una apertura real
hacia diversas voces, tintas y productos y porque no una red de colectivos
sociales con una idea detonadora: la literatura hecha en casa, lo artesanal
como la micropolítica cotidiana. No estamos hablando del protocolo de Kinoto o
el calentamiento global, estamos hablando de una conciencia ecológica que
empieza en el ahora, en el reciclaje como trinchera de guerra.
El cartón
o papel requiere y reclama aquel otro
que lo complemente, efímero, pues su naturaleza lo obliga al constante cambio. Sería
absurdo imaginar un objeto encajonado por siempre, así también lo es una letra
leída de la misma manera cien veces; del mismo modo, una postura totalitaria o
dogmática (que no reciba ni reconozca la valía de aquel otro complementario), resultaría impensable. El otro es nuestro
enemigo, nuestro cómplice nuestra resistencia y colectivo. El llamado a
reflejar nuestra imagen o las palabras como códigos necesarios para el sujeto
humano
La estética cartonera se acerca más a lo
inacabado que a lo certero, más al instante que a lo eterno, a la apertura más
que a la edición/lujo/final/tapa/dura. La edición cartonera no ostenta bordes
dorados ni letras en alto relieve; de ninguna manera deja a un lado el gusto
estético, aunque sí considera superfluos algunos elementos que bien podrían
transmutarse en creaciones distintas; digamos que prescinde de una retórica
innecesaria en tiempos de minimalismo
material y artístico. Un libro cartonero deja de lado estas figuras excesivas
para concentrarse en lo primordial que se resume en lo siguiente:
*
1) Nuestro hábitat urbano/natural nos ha brindado, con
sabiduría y severidad, una ética obligada hacia el uso de los recursos
disponibles; y esto en ningún momento como desventaja; al contrario, como
efectivo ejercicio de creatividad, inventiva y apreciación.
2) La pobreza al servicio de la imaginación bang, bang no tapar
las condiciones materiales de existencia sino surfear entre el grito de ser
productores de artes que se atreven a hundirse en el pantano de las letras.
Globalizar el verso y la narrativa
Desde
un inicio, el libro de cartón es un simple gesto que hunde en la conciencia
humana una interrogante.. ¿Es necesario el derroche cual sea; no resulta igual
de dañino el exceso que la falta; es un instrumento irreemplazable para la
existencia del ser humano la ostentación de materias/materiales siempre nuevos,
convertidos mediante procesos químicos o genéticos para que luzcan impecables;
vale eso el aire negro, la densidad del lago o las deformaciones mentales/genéticas?
Hablamos
de naturaleza humana al fin y en partida: Prometeo, Ícaro o su equivalente
mítico en cualquier cultura, y no así de juicios de valor ni cargas morales. Nada
más alejado de eso. Hablamos de un gesto que, tras sí, lleva el intento por
alcanzar el equilibrio en un camino de autodestrucción premeditado. Un gesto
que, además de poner el dedo en la llaga de ozono y en la escasa naturaleza,
lanza la reflexión del reciclaje humano.
Sectores
que –ni más ni menos importantes que otros– cumplen su función en la
colectividad de manera invisible, son, debemos admitirlo, los preferidos de
nuestra estética alternativa, muchas veces marginal o hasta irreverente. Sin
embargo, como arte literario privado de preferencias, son las palabras quienes
obran autónomas, en profunda complicidad con un par de ojos atentos. Ellas no
necesitan explicación ni mucho menos marco atmosférico.
*
Dentro la
Editorial Yerba Mala Cartonera hemos
lidiado con noticias de falsos límites o extrañas desapariciones, disfrazadas como
muerte de amigos y compañeros*. Toda
supuesta muerte la entendemos como el proceso que atraviesa el cartón antes de
convertirse en árbol nuevamente y, algo sanos de esquizofrenias divisorias y
líneas imaginarias, hemos difuminado las barreras que antaño hacían creer el
mal cuento de géneros, clases o ghetos. No creemos en cielo e infierno uno
alejado del otro. No creemos en el fin de la existencia en el simbólico
Q.D.D.G.. Tampoco buscamos una respuesta (sólo) racional e ilustrada ni un
marginalismo esnobista. Esta visión nos hace rozar los bordes (inexistentes) y
desplazarnos sin demasiado lío entre márgenes, centro, periferias y alguna otra
dimensión más allá de lo clasificable.
*
Aquel
antaño: Cogito ergo sum ha servido como un necesario paso entre tinieblas y otra
era. Hoy es menos que inservible; se lo desecha para que, en su lugar, se
entienda la existencia como un uso desmedido de instintos, pulsos, sensaciones,
pensamientos (también) y todo lo que nos lleve al ciclo natural nuevamente. En
este escenario, las polarizaciones son innecesarias, así como los muros
divisores, para participar en un ciclo –cósmico si se quiere–, lógico y con su
obvia porción azarosa. No hay mayor diferencia entre el acá o el allá, así como
el arriba puede convertirse fácilmente en abajo.
*
El
deseo de echar por tierra aquel gesto ceremonioso del libro como objeto de saber
(endiosando al conocimiento literal/letrado) nace de una sana conciencia donde
la experiencia brinda una nueva sabiduría, simple y humilde, alejada del pesado
protocolo del libro tapa/dura: nadie está prohibido de escribir, nadie intenta
descubrir un camino único. La simpleza de un libro hecho de cartón posibilita
la variedad de voces, ninguna tan importante como para merecer letras plateadas
y, al mismo tiempo, todas igual de valederas por su originalidad.
inciso veinticinco) Consideramos al libro un objeto tan valioso que todos
(no solamente deberían poseer) sino producir con la mayor facilidad y sin el
menor aspaviento posible; de este modo, brindamos una fórmula sencilla y sin
demasiadas complicaciones (véase el manual: cómo fabricar un libro de cartón en
tres pasos) para que todo aquel quien tenga algo que decir, narrar o compartir,
lo exprese sin necesidad de públicos sofisticados ni anfitriones de lujo.
mandato primigenio) El cartón deviene de la corteza maderil, del tronco de
la naturaleza más potente: es el músculo del árbol; y el nervio donde tatua
palabras el autor, un libro cartonero advierte y denuncia la total
voluptuosidad de tal objeto. No se trata de un acto inocente. El cartón se
convierte (en reacción al enfriamiento humano/global) en un trozo de brasa
lleno de vitalidad, poseedor de temperatura variable y carácter orgánico: parecido
al ser humano.
artículo penúltimo) La reutilización de materiales se sitúa junto a
tradiciones cíclicas que han atisbado el otro lado de las cosas, vale decir:
han palpado la existencia de una realidad paralela en la que lo desechado
convive con lo nuevo. Y nos iluminamos al asegurar que esta creencia brinda a
lo muerto su capacidad de operación en lo vivo. Un libro hecho de cartón es
algo que se repite pero a la vez es único, una materia que regresa y una cosa
que se transforma, tal cual sucede con las escamas caídas de la piel, las
semillas que se desprenden de los árboles o las mentalidades que no terminan de
irse para transmutarse en nuevos seres.
cláusula comercial) Hemos visto más de una vez personas concentradas escogiendo
qué diseño de tapa cartonera les agrada más. No se trata de un hecho ingenuo
que aspire a la producción industrial de elementos repetidos e iguales con
exactitud. Se trata de la diferencia que hay entre lector y lector, entre
escritor y escritor, en suma: entre ser y ser. La diferencia realiza el hecho
básico de otorgar unicidad y originalidad a cada ejemplar; cada uno es único e
irrepetible, tal cual quien lo lee, quien lo escribe, quien lo observa o quien
lo fabrica.
asterisco agregado) Sin entender del todo la diferencia entre sueño y
vigilia o entre ficción y realidad, no compartimos posturas que adopten la
escritura como un mundo independiente y aislado de lo real. Así nos alimentamos
de ambos mundos para crear, reinventar e intercomunicar ambas dimensiones. De
este modo, se plasma un festejo del cambio, un réquiem a lo estático y la exaltación de la fluidez universal. La
fiesta perpetua que sucede cada que una semilla germina o cuando la mujer está
encinta. Somos nómadas psíquicos con los pies en la tierra y la mente en
universos muy muy muy lejanos
dato aparte) Sería difícil separarnos de nuestro entorno comunal en
el que conviven una mescolanza de posiciones y argumentos. De esta manera,
encasillarnos en cualquier ismo
literario o político significaría ignorar a otra parte que también integramos
y, a la vez, nos conforma. La Editorial
Yerba Mala Cartonera, sin pretender un poder jerárquico, funge como un
espacio de representación literaria/estética de lo que emerge ahora en nuestro
país y –mediante el apoyo de la red de editoriales de la que somos parte– también
de aquello que se produce en el resto de Latinoamérica; y, contrario a lo que conclusiones
fáciles podrían aguardar, el resultado se aleja de un caos formal para
acercarse a una complementariedad de visiones y formas estéticas.
yapa)
Tal cual sucedió con innumerables emprendimientos artísticos, la Editorial Yerba Mala Cartonera lleva tal
nombre como bien podría ser Ferroviaria
Artesanal Impúdica, Bar/pensión La Comuna
o Maestranza, Sunchu Luminarias Coorp y Colchonería
Esperanza. Es decir, nuestra actividad no se limita a la estricta-editorial,
sino que incluye un proceso más amplio y menos delimitable. La Editorial Yerba Mala Cartonera, desde
su creación, ha sido un espacio de encuentro entre personas que, con la única
brújula de amigos y caminantes, ha ido creciendo junto al apoyo desinteresado
de artistas, pensadores, escritores, dibujantes, mercaderes, académicos y no
tanto, pajpakos y merolicos, y un extenso etcétera. De ese modo, sus
atribuciones se han ido expandiendo a la realización de talleres de escritura
creativa, veladas poéticas en sectores semiurbanos, venta de libros en mercados
callejeros, presentación de encuentros internacionales, exposiciones,
homenajes, conversas, discusiones y toda actividad en la que jerga y lucha
libre se den cita.
Lanzadas
estas señales, nos queda apuntar que nuestro trabajo es tan antiguo como la voz
misma, que entre el papiro y el papel cuché
han habido desvíos de sofisticado marketing
monetario. Centralmente, basados en la propia experiencia, confiamos una íntima
fuerza interior y que predica: en Yerba
Mala nadie cree en la muerte
Bolivia, noviembre dos mil ocho
* El suicidio de Crispín Portugal, integrante fundador de Yerba Mala y autor de Almha la vengadora, ocurrió el año dos
mil siete y fue motivo de Cago pues!,
publicación póstuma que recoge textos inéditos, crónicas y testimonios de
amigos de Crispín “el torcido” Portugal, además de una corta autobiografía del
escritor alteño.
De lo que he leído podría rescatar como parte de un manifiesto esta frase: "Consideramos al libro un objeto tan valioso que todos (no solamente deberían poseer) sino producir con la mayor facilidad y sin el menor aspaviento posible", es decir, una manifestación de un posicionamiento claro de lo que hacen. El resto, lo leo a modo de explicación de qué es la Yerba Mala más que como un posicionamiento claro de principios... Pero aún me queda la duda, ¿porqué hacer un manifiesto?
ResponderBorrarAún me debato ante la necesidad de éstos o no hoy en día y me interesa mucho su opinión.
Abrazo,
Dani
Hola Dani,
ResponderBorrarHemos discutido sobre los manifiestos largamente en la oficina (para los q no saben Daniel y yo Claudia somos compañeros de trabajo), por eso mismo es raro contestar a este comentario, pero lo haré igualmente. Nosotros lo posteamos como parte de una tarea que nos dimos a nosotros mismos buscando el "quienes somos" si quieres verlo así. No queremos adhesión ni que nadie firme al pie, solo repetir lo que una vez dijimos que éramos a manera de recordar. Pero bueno los demás miembros de YMC pueden contestarte mejor.
Nos vemos en la oficina.
Hola Clau!
ResponderBorrarPor lo mismo que hemos discutido entre "nos" sobre manifiestos, y porque conoces mi postura al respecto de la resignificación de lo que creamos y escribimos a través de una acción proactiva en este tipo de medios, es que lo escribo. Creo que es mucho más rico un diálogo que queda registrado (sin ánimo de "futuro libro de registros") y que además está abierto a cualquiera que pueda pasar por aquí, de forma espontánea e inesperada, a sumarse a nuestro debate, haciéndolo así, público y rico en participaciones.
Justo porque lo debatimos me resultó curioso ver la palabra "Manifiesto" aquí. Creo que lo escrito es bien interesante y a pesar de que encontramos en nuestros amigos de la Wikipedia (fuente de la VERDAD contemporánea ;) que un manifiesto es "una declaración pública de principios e intenciones, a menudo de naturaleza política o artística" creo que siempre me llamará la atención ver esa palabra.
Tal vez es el desgaste que tiene, el hecho de que haya ido acompañada de -ismos adjuntos en la Historia (surrealismo, comunismo, situacionismo,...), que prejuiciosamente le damos un aura de poder hacia la presentación de principios hacia los que o nos adherimos, o no... Me gusta la idea de pensar que convertimos los manifiestos en manifestaciones, o algo mejor, que nunca necesitemos manifiestos que expliquen nuestras acciones manifiestas.
Te paso un link a un texto de Bruno Latour sobre "Un intento de hacer el Manifiesto Composicionista" donde habla de "¿Porqué escribir un manifiesto?" que me parece bien interesante: https://www.dropbox.com/s/mmq0xvgeo3rbanb/Compositionist_Manifesto.pdf
(Está en inglés, lo siento, pero no tengo otro, si lo encuentro lo paso).
Y eso! nos vemos mañana!
Beso!