Reseña sobre Yerba Mala. Por Facundo García (Página 12)
Reseña sobre Yerba Mala
Yerba Mala: la rebelión de los invisibles
Por Facundo García (Página 12)
La figura del escritor se ha convertido en una caricatura mediática. Un maniquí de polera negra, barba y lentes que certifican su condición de inteligente o sagaz. Pues bien: en esta película no aparece ni uno de esos engendros. Porque “Yerba Mala” es una expedición a las entrañas sudamericanas; pero también a las profundidades de la literatura de verdad, esa que saca su tinta de la vida y no de la publicidad o del márketing.
En el Alto –la ciudad más joven de Bolivia-, dedicar horas de trabajo a las letras significa trocar comida, vestimenta y techo por la necesidad íntima de creer que alguien va a apasionarse con esas palabras que salen desde el fondo del alma. Así es como a cuatro mil metros de altura cierta cofradía de narradores lleva adelante una editorial cartonera. Un cálculo sencillo basta para entender el rol que cumplen: el sueldo básico de allá es de quinientos bolivianos, mientras un libro sale más de cien (y no los compra casi nadie, obviamente). En consecuencia, estos quijotes venden sus poemarios, colecciones de cuentos y novelas a sólo cinco mangos. Y emociona ver cómo su puesto en la feria se llena de laburantes contando moneditas.
Por supuesto que mantener la movida no es sencillo. Especialmente cuando –como lo muestra este documental- las multinacionales operan en contra de cualquier irreverencia. Entonces la soledad del escritor andino se torna mucho mayor. Es más: es toda la literatura boliviana la que está aislada; minusvalorada por élites que, montadas sobre el mercado o sobre un cinismo masturbatorio, establecen qué es lo oficial y qué es lo alternativo. Lo que hacen estos morochos no cabe en esas mezquindades. Brota de un compromiso que quema las vísceras y que a veces –como lo demuestra el reciente suicidio de Crispín Portugal, la última voz que se escucha en el largometraje- puede abrir compuertas inesperadas.
El Colectivo 7 se pasó ocho meses en la zona del Alto: los artistas entrevistados terminaron siendo viejos conocidos. A partir de ese cariño, se convirtieron en guías para perderse entre los ómnibus de aquellas periferias, en médiums para contactarse con los demonios de La Calle de los Brujos y en presentadores de los insólitos espectáculos de lucha libre que hace tiempo protagonizan las cholitas más guerreras.
¿Para qué el arte? ¿Para quién? ¿Qué es la cultura? Esas y otras preguntas merodean por este trabajo, en el que la ficción se entremezcla con la realidad y consigue arrancarle susurros de esperanza.
Yerba Mala: la rebelión de los invisibles
Por Facundo García (Página 12)
La figura del escritor se ha convertido en una caricatura mediática. Un maniquí de polera negra, barba y lentes que certifican su condición de inteligente o sagaz. Pues bien: en esta película no aparece ni uno de esos engendros. Porque “Yerba Mala” es una expedición a las entrañas sudamericanas; pero también a las profundidades de la literatura de verdad, esa que saca su tinta de la vida y no de la publicidad o del márketing.
En el Alto –la ciudad más joven de Bolivia-, dedicar horas de trabajo a las letras significa trocar comida, vestimenta y techo por la necesidad íntima de creer que alguien va a apasionarse con esas palabras que salen desde el fondo del alma. Así es como a cuatro mil metros de altura cierta cofradía de narradores lleva adelante una editorial cartonera. Un cálculo sencillo basta para entender el rol que cumplen: el sueldo básico de allá es de quinientos bolivianos, mientras un libro sale más de cien (y no los compra casi nadie, obviamente). En consecuencia, estos quijotes venden sus poemarios, colecciones de cuentos y novelas a sólo cinco mangos. Y emociona ver cómo su puesto en la feria se llena de laburantes contando moneditas.
Por supuesto que mantener la movida no es sencillo. Especialmente cuando –como lo muestra este documental- las multinacionales operan en contra de cualquier irreverencia. Entonces la soledad del escritor andino se torna mucho mayor. Es más: es toda la literatura boliviana la que está aislada; minusvalorada por élites que, montadas sobre el mercado o sobre un cinismo masturbatorio, establecen qué es lo oficial y qué es lo alternativo. Lo que hacen estos morochos no cabe en esas mezquindades. Brota de un compromiso que quema las vísceras y que a veces –como lo demuestra el reciente suicidio de Crispín Portugal, la última voz que se escucha en el largometraje- puede abrir compuertas inesperadas.
El Colectivo 7 se pasó ocho meses en la zona del Alto: los artistas entrevistados terminaron siendo viejos conocidos. A partir de ese cariño, se convirtieron en guías para perderse entre los ómnibus de aquellas periferias, en médiums para contactarse con los demonios de La Calle de los Brujos y en presentadores de los insólitos espectáculos de lucha libre que hace tiempo protagonizan las cholitas más guerreras.
¿Para qué el arte? ¿Para quién? ¿Qué es la cultura? Esas y otras preguntas merodean por este trabajo, en el que la ficción se entremezcla con la realidad y consigue arrancarle susurros de esperanza.
Comentarios
Publicar un comentario