Buscar la luz en la sombra, no en la luz. Reseña de «Pirámide» de Valeria Tentoni
Por Fabián Aruquipa
Valeria Tentoni construye en Pirámide (Yerba Mala Cartonera, 2025) un universo poético donde la palabra actúa como un artefacto capaz de erigir montañas en el desierto de lo cotidiano. Siguiendo la cita de Georges Sonnier que abre el libro —«Allí donde la montaña no existe, el espiritualismo humano, en su genio, la inventa»—, Tentoni emplea un lenguaje aparentemente sencillo para crear paisajes lingüísticos complejos, donde la oscuridad y la ambigüedad son territorios fértiles para la poesía.
Técnica
y polifonía
Uno de los
mayores aciertos de Tentoni radica en su uso estratégico del encabalgamiento y
los cortes versales, que generan una sensación de movimiento suspendido. En Pronunciar,
por ejemplo, la autora presenta al lector con versos quebrados que imitan el
vaivén del trompo, mientras la palabra «se desenvuelve» en la página, activando
una «potencia inédita / capaz de destruir / el mundo entero». La brevedad de
los versos y su disposición espacial, por otro lado, recuerdan la economía del
haiku, pero Tentoni va más allá: cada poema es una narración mínima donde lo
poético emerge a partir del evento descrito —un zorzal que calla, una mujer
violeta, o un guanaco que cruza el asfalto— que transporta al lector a experiencias
léxicas más amplias y complejas.
La polifonía
enriquece estos momentos. Voces humanas y no humanas se entrelazan en cada
poema y las interacciones descritas: la tortuga impaciente, las hojas del falso
banano o el perro que aparece / que sonríe. Estos recursos técnicos —junto con
repeticiones estratégicas, musicales: «muy dentro, / muy dentro, muy en el
fondo»— transforman lo convencional en algo extraordinario.
Metapoética
y oscuridad creadora
Pirámide es
también un manifiesto sobre el acto de escribir. En Esto no me dice nada, Tentoni
compara el lenguaje con un gato que huye «antes de que se pueda asegurar» su
estado o condición real. La poesía, sugiere la autora, es un fenómeno elusivo
que ocurre en los intersticios de la percepción. Esta idea se refuerza en El
diamante equivocado, donde la imagen de una mujer, que «clava como mariposa /
la vida ajena» y luego voltea el cuadro para mostrar las alas rotas, ilustra
cómo el lenguaje puede deformar y revelar simultáneamente.
Para Tentoni,
la oscuridad no es un vacío, sino un espacio generativo. En Eclipse, la voz
poética retira una piedra de la noche, cuestionando el destino y la acción,
contraponiéndolos: «es tarde para esas cosas… se llega tarde del todo, siempre,
/ cuando no se ha llegado a tiempo». Aquí, la autora alude a la pirámide como
símbolo de lo construido en la ausencia —el poema que surge donde no hay nada—,
tal como invoca con la cita inicial de Sonnier.
Lenguaje
cotidiano, universalidad y memoria
Aunque los
poemas se anclan en lo anecdótico —una cocina que gira, un piano negado—,
Tentoni eleva estos momentos a reflexiones cósmicas. En Uruguay 27, los días
tienen «paredes tibias / de hule transparente», y en Madera que pudo haber
sido fuego, las hormigas ejecutan un escape planeado «por siglos»,
metaforizando la creación artística como un acto continuo de paciencia y
sigilo.
La memoria
y las relaciones interpersonales son pilares de los poemas piramidales de
Tentoni. En Los amantes azules, el gesto que «se queda / con algo mío»
captura la intimidad como un robo silencioso, mientras en La oficina
abandonada explora el desapego familiar a través de una cebolla que «despega /
como un adhesivo seco / su historia / de la mía».
Pirámides
de lenguaje
Tentoni
demuestra que la poesía no reside en la claridad, sino en la sombra que la
lengua proyecta al torcerse. Este libro es una invitación a pisar «el vértice
secreto / de la montaña» y descubrir que, en sus versos, la madera sí se hace
fuego.
Pirámide confirma a Tentoni como una voz esencial de la poesía contemporánea, donde lo
narrativo y lo lírico se funden para construir, desde la ambigüedad, desde lo
oscuro, un lenguaje nuevo, necesario y luminoso.
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