Reseñas YMC. El lenguaje de la herida: “Padre narrado”, de Lilia Parisí
Por Isabel Antelo
En Padre Narrado de la editorial Yerba Mala Cartonera, Lilia Parisí se adentra en territorios íntimos y políticos, todo sobre la base de la escritura acerca del deceso del padre. Parisí construye en su poemario una elegía expandida y múltiple, en donde la figura del padre muerto se convierte en símbolo, detonante y arquitectura verbal, sosteniendo una reflexión mayor sobre el lenguaje de la guerra, el cuerpo y el colapso del capitalismo, además de los vínculos filiales en un contexto de ruina. Lejos de ser una elegía convencional, este es un poemario radical e inclasificable, en donde el duelo se convierte en una operación de memoria o más bien, una reescritura del mundo.
El libro comienza con una imagen potente: el padre (quizás celestial) ha muerto mientras se escribe el poema. Esa línea inicial establece el tono emocional que tendrá toda la obra. Es así que la escritura se transforma no solo en testimonio, sino también en ritual. Un acto performativo de recuperación del ser ausente. Desde el primer “Proemio” se presenta un universo en descomposición. Ciudades y sociedades levantadas sobre la inmundicia, cayéndose a pedazos.
A partir de monólogos y trucos narrativos se inaugura la estética del extrañamiento que se sostendrá a lo largo del texto. La naturaleza humana y la sociedad que hemos construido, traducidas desde una gramática que fusiona lo cósmico con lo íntimo, lo mítico con lo político. Pasillos de supermercados estériles se mezclan con recuerdos de la infancia y un deseo hondo por liberarse de un sistema opresor.
respondo que solo estoy ahí para ahogarme
en el silencio de los animales envasados
En otros poemas, como en “Primer monólogo de la hija” la poeta traza una escena de parto que es también renacimiento, atravesado de violencia divina y fractura corporal. El cuerpo femenino aparece como un territorio que es capaz de almacenar la memoria de su linaje, junto con la memoria de sus catástrofes. Aquí la maternidad juega con el concepto de topografía y naturaleza, y un concepto de sufrimiento que va más allá del sentir de la carne y se asemeja a un sentir universal.
Yo fui el alambrado entre los mundos
y dios
me disparó en la pelvis.
Durante todo el poemario la figura central —es decir, el padre— no se presenta nunca de manera estática o definitiva. Es un sujeto, casi tácito, narrado siempre desde la pérdida y cierta ambivalencia, que se representa con la incompletitud de la lengua. Una casi resistencia ante la desaparición. El padre es muchas cosas o es casi nada. Los poemas se cubren de una religiosidad velada y de un deseo infantil por refugio. La añoranza por la familia también es un tema latente, que se envuelve en medio de la denuncia social que condena al capitalismo como el verdadero asesino del padre, de la hija, de la montaña y de todos los elementos sagrados que se narran.
padre te narro
te entrego mi vocabulario entero
mi manuscrito
De igual forma, uno de los aciertos formales del poemario es la alternancia entre lo íntimo y lo colectivo. En “El padre hace una lista con los cuerpos enterrados por la nieve”, el duelo privado se expande hacia la dimensión geopolítica; desastres naturales, la guerra, ciudades destrozadas. El poema se convierte en la crónica de un mundo que se derrumba, donde los cuerpos anónimos y conocidos, se acumulan bajo capas de historia no narradas. Esta lógica se afianza en “Apostilla sobre la Convención de Ginebra o “Apostilla sobre la historia de Occidente”, en ambos la ironía y el desencanto son denuncias de la crueldad del progreso moderno.
la raza de los niños declara la guerra
y va con sus manos huecas
a pedirle el pan a las montañas
Hacia el final el poemario adopta un tono mucho más introspectivo, que raya en la alucinación. En “La hija sueña tres volcanes”, la voz femenina se funde con el paisaje y se vuelve un elemento de su propia catástrofe. Este cierra con fuerza la idea de que el sujeto poético del libro no puede encontrar resolución, ni redención, sino solo una forma ambigua de habitar el duelo. El sueño, el volcán, la ceniza, todo elude a una transformación en curso, un proceso incompleto que no busca una respuesta, sino intensidad pura. El libro de Parisí no se conforma con hablar de la muerte del padre, sino que se pregunta qué significa realmente narrarlo, que palabras sostienen ese relato y que mundo se puede destruir o reconstruir mientras tanto.
Comentarios
Publicar un comentario